François Quesnay (Méré, Île-de-France, 1694 - París, 1774)
François Quesnay llegó a hacerse cirujano en 1718; luchó contra
las especulaciones propias de la medicina de la época y adquirió el suficiente
prestigio como para convertirse en secretario de la Academia de Cirugía (1737)
y médico de la corte de Luis XV (1752). Recibió la protección de la amante del
rey, Madamme de Pompadour, que le ayudó a ganarse la confianza real como consejero.
Quesnay elaboró en 1758, modificándolo y
perfeccionándolo en múltiples ediciones posteriores. Se trataba de un modelo de
reproducción económica que analizaba la circulación de la renta en una sociedad
dividida en tres clases: agricultores, propietarios y los demás, a los que
caracterizaba como clase estéril. También propuso una política económica
liberal: libertad de precios y de mercado, libertad de empresa y de cultivos,
libertad de circulación y de comercio, reducción de las barreras aduaneras,
simplificación del sistema tributario reduciéndolo a un único impuesto sobre la
renta de la tierra.
Su crítica al mercantilismo y al modelo económico intervencionista
del Antiguo Régimen sentó las bases de la economía política liberal (que se
desarrolló en Gran Bretaña a partir de Adam Smith) y ejerció una gran
influencia en la época de la Revolución francesa (1789).
Adam Smith (Kirkcaldy, Gran Bretaña, 1723 -
Edimburgo, id., 1790)
En 1759 publicó Teoría de los sentimientos
morales, obra profundamente influida por el utilitarismo de Bentham y Mill en
la que describía la formación de los juicios morales en el marco de un «orden
natural» de ámbito social, y sobre cuyos principios basaría su posterior
liberalismo económico.
Su principal aportación teórica es el análisis
del mecanismo mediante el cual el libre juego de mercado (tanto escala interna
como en las relaciones comerciales con otros países) entre los diversos
sectores de la economía genera el máximo beneficio económico del conjunto. Como
consecuencia, se mostró siempre contrario a cualquier intervención o regulación
de la actividad económica, reduciendo el papel del Estado al de garante de las
reglas del juego.
Se opuso al mercantilismo al considerar la riqueza
de una nación como la producción anual de bienes y servicios («las cosas
necesarias y útiles para la vida»), en lugar de las reservas de metales
preciosos, y a la escuela fisiócrata al descartar la tierra como el origen de
toda riqueza y proponer en su lugar el factor trabajo. A este respecto, Smith
incidió en la especialización como el determinante de la capacidad de una
sociedad para aumentar su productividad, y en consecuencia, su crecimiento
económico.
Estableció una teoría del valor de un bien que
distinguía entre su valor de cambio (capacidad de ser intercambiado por otros
bienes) y su valor de uso (utilidad que aporta). Con respecto al valor de
cambio, su medida era el trabajo útil incorporado en su obtención; es decir,
que una mercancía tiene un precio natural determinado por el coste de
producción medido en trabajo, y un precio de mercado. En situación de libre
competencia, este último convergería hacia el primero.
Adam Smith completó su análisis con una teoría
sobre la distribución de la renta que distinguía entre tres categorías de
rentas (salarios, beneficios del capitalista y rentas de la tierra), para
sostener a continuación que los salarios eran fijados por las leyes de la
oferta y la demanda
John Locke (Wrington, Somerset, 1632 - Oaks,
Essex, 1704)
Locke fue uno de los grandes
ideólogos de las elites protestantes inglesas que, agrupadas en torno a los
whigs, llegaron a controlar el Estado en virtud de aquella revolución; y, en
consecuencia, su pensamiento ha ejercido una influencia decisiva sobre la constitución
política del Reino Unido hasta la actualidad. Defendió la tolerancia religiosa
hacia todas las sectas protestantes e incluso a las religiones no cristianas;
pero el carácter interesado y parcial de su liberalismo quedó de manifiesto al
excluir del derecho a la tolerancia tanto a los ateos como a los católicos
(siendo el enfrentamiento de estos últimos con los protestantes la clave de los
conflictos religiosos que venían desangrando a las islas Británicas y a Europa
entera).
En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil
(1690), sentó los principios básicos del constitucionalismo liberal, al
postular que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales que el Estado
tiene como misión proteger: fundamentalmente, la vida, la libertad y la
propiedad. Partiendo del pensamiento de Hobbes, Locke apoyó la idea de que el
Estado nace de un «contrato social» originario, rechazando la doctrina
tradicional del origen divino del poder; pero, a diferencia de Hobbes,
argumentó que dicho pacto no conducía a la monarquía absoluta, sino que era
revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.
Maximilien
de Robespierre (Arras, Artois, 1758 - París, 1794)
Cuando Luis XVI convocó a los Estados Generales para resolver la
quiebra de las finanzas reales (1788), Robespierre fue elegido para representar
al Tercer Estado de Artois. Y cuando la conversión del Tercer Estado en
Asamblea Nacional puso en marcha la Revolución francesa (1789), Robespierre se
erigió en defensor de las ideas liberales y democráticas más avanzadas (por
ejemplo, fue él quien propuso la ley de 1791 que prohibía la reelección de los
diputados, con la intención de renovar radicalmente el personal político).
Robespierre impuso una sangrienta represión para impedir el
fracaso de la Revolución, no dudando en aprobar leyes que recortaban las
libertades y simplificaban los trámites procesales en favor de una «justicia»
revolucionaria tan expeditiva como arbitraria; completaba el mecanismo
represivo un sistema de delación extendido por todo el país mediante 20.000
comités de vigilancia. En 1794 eliminó físicamente a la extrema izquierda (los
partidarios de Hébert) y a los revolucionarios moderados (los indulgentes de Danton
y Desmoulins), al tiempo que perseguía sin piedad a toda clase de
contrarrevolucionarios, monárquicos, aristócratas, clérigos, federalistas,
capitalistas, especuladores, rebeldes, traidores y desafectos (hasta 42.000
penas de muerte en un año).
Una coalición de diputados de diversas tendencias obtuvo de la
Convención el cese y arresto de Robespierre y sus colaboradores en el Comité,
en una turbulenta sesión en la que se impidió hablar a los acusados y en la que
el propio Robespierre resultó herido. De nada sirvió el conato de insurrección
popular que protagonizaron los sans-culottes para salvar a Robespierre. Juzgado
por sus propios métodos, fue guillotinado junto con 21 de sus partidarios en la
plaza de la Revolución, poniendo fin al Terror y dando paso a un periodo de reacción
hacia posiciones moderadas.